TEXAS DETRÁS DE PRIMERA IMPULSA CARRERA – Elvia Rosa Castro
TEXAS DETRÁS DE PRIMERA IMPULSA CARRERA.
Elvia Rosa Castro
Anteriormente en Salonkritik.net
Parecía que el arte cubano iba a morir aún sin cumplir su centenario. (1) Los sustantivos y adjetivos expuestos recientemente por algunos críticos no delatan más que múltiples defunciones: “crisis”, “arte deshonesto”, “momento lamentable, nefasto”, ultracínico. De igual manera comenzaron los 90. La idea de que la vanguardia artística se había ido de Cuba así como la pérdida del empuje emancipatorio horrorizó a no pocos y generó polémicas que fueron publicadas en las revistas Revolución y Cultura y El Caimán Barbudo fundamentalmente. (2)
Orlando Hernández, quien ha hablado de arte deshonesto, añadió otro elemento para argumentar su desinterés, y es el que tiene que ver con la ausencia de censura. Según él, no ha habido censura últimamente, de lo que deduce, no hay buenas propuestas. Sí hay censura solo que el veto ahora es un poquitín más sutil, digamos que se ha refinado (o enrevesado). Existe la censura por cansancio –tal es el caso de Marcapaso, curada por Magda Ileana González para la Bienal de La Habana del 2006, de Zona de contacto, curada por Beatriz Gago para el mismo evento, y también de Proyecto personal en el Miramar Trade Center, de la propia Beatriz. Conmigo y el proyecto colectivo Glamour de Occidente (homenaje a Michel Fucault) está sucediendo algo parecido: el Comité Organizador del Congreso de la UNEAC le dio el bate, Villa Manuela también, los curadores del Lam también y vamos a ver en qué para. Definitivamente debe ser un mal proyecto. Tanta gente no puede estar equivocada.
En su lugar, estuvieron las pequeñas zancadillas a Vista al frente, de Jesús Hernández y un grupo de estudiantes del ISA. El mismo Jesús ha sido punto de mira de las más reprochables actitudes censurantes: primero en Casa de las Américas, con su vídeo Reportaje sobre un vacío periodístico, y luego en la Galería Servando antes de inaugurarse la colectiva …topías… En Bellas Artes, Pedro Pablo Oliva no pudo exponer todas las obras que hubiera querido y Toirac sacó de debajo de la manga Orbis cuando su proyecto inicial fue declinado. El Proyecto Vostok, curado por Victoria Gallardo y Frency quedó trunco. Referencias territoriales, proyecto de intervención pública en uno de los muelles habaneros corrió igual suerte minutos antes de inaugurarse y así por el estilo.
Existe, de igual modo, la censura por ausencia: no asistir a las inauguraciones de algunas muestras para no comprometerse públicamente con obras de contenido álgido o ríspido. Y no promover la escritura de alguna que otra reseña en los medios es una variante que se desprende de esta. Existe la censura del mercado, que no permitió a Eduardo Ponjuán exponer en 23 y 12 sus lonas de Algunos prefieren el art deco porque “no eran obras vendibles”.
O la censura por absorción o neutralización, aquella que unió a Garaicoa y Ezequiel Suárez en Galería Habana con resultados visuales en contra de este último.
Pero sí, debo admitir que cualquier obra de artes plásticas, por muy crítica o conflictiva que sea, palidece ante el estampido punk de Porno para Ricardo o las letras de Ray Fernández, o frente a muchas obras que vienen del mundo audiovisual y que únicamente pueden verse –con suerte- en la Muestra de Jóvenes Realizadores, como los documentales de Gustavo Pérez por ejemplo. O frente a lo que están escribiendo muchos blogeros en esta, su era. Incluso frente al humor de Mente e’ Pollo.
Sin embargo, cambiar de posición en el hit parade de las manifestaciones artísticas no significa estar en crisis. Siempre no se puede ser líder. Mi opinión es bien simple: mientras Lázaro Saavedra continúe con su Galería i-meil las acciones se mantendrán bastante parejas.
Las exposiciones mencionadas párrafos arriba han sufrido la acción del veto no por ser flojos proyectos en términos artísticos. Son buenos y continúan apegados a ese filón ético de no afirmación de la realidad, de filiación a ella sí pero de manera responsable y cuestionadora. Son conservadores de la responsabilidad del sentido. Tal vez esto moleste demasiado y se prefiera lo que Rafael Rojas ha llamado “la venganza del paisaje” para hablar de vacío ideológico y de reinado del fetiche naturalista al estilo de la poesía criolla del XIX.
En el actual contexto, con todas sus complicadísimas coordenadas, lo que sí no se perdona son aquellos chistesitos a lo Francys Alÿss o Win Delvoye convertidos casi en manifiesto de DUPP en sus tiempos. Bien como ejercicios docentes pero tomarlo en serio es otra cosa. Sabíamos que CD-Room –muestra curada por Frency Fernández en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales- fue excelente y total (cimera) en tanto demostrativa de una tesis, mientras que Con un pensar abstraído en Galería Habana sería la cúspide de una gimnasia eficiente como vía de inserción pero deficiente en los predios de la ética, al menos de la llamada emancipatoria. Significó un pacto bastardillo aunque imprescindible para ordenar lo que sucedía por aquellos años que iniciaron este siglo. Compilaron una sensibilidad y cuando pensamos que estaba bien y que ello era suficiente, sobrevino la saga, un alud de slide shows o dossiers en power point de esa estética online que buscaba homologarse a toda costa con los discursos legitimados en las bienales, becas, residencias, workshops,..
Luego de aquellas exposiciones la bobería dijo “aquí estoy yo”.
El arte de los noventa y de estos últimos años ha perdido básicamente su empuje emancipatorio y la utopía ha dejado de ser macro para convertirse en un reducto de la subjetividad humana, intimista, yoísta, fichteana. (3) Todo este desencanto frente a la creación siempre estuvo marcado por el referente de los ochenta, de ahí que se hiperbolizara cualquier desliz en el presente.
Pero dentro de todo esto estaba ocurriendo un desplazamiento curioso en las coordenadas artísticas. Aquel aliento utópico que deslumbró al circuito del arte en los ochenta, aquella megalomanía ética fue desplazándose subrepticiamente en los siguientes años: no sólo la utopía se desprendió de sus atuendos maximalistas, sino que se desplazó de su vocación emancipatoria para asentarse en lo instrumental. Es decir, el corrimiento se produjo por partida doble. De la macro de a lo micro, de lo emancipatorio a lo instrumental. Tal vez Apolítico (2001), de Wilfredo Prieto, sea el manifiesto o summa visual de ese cambio de sensibilidad.
Mi familia quiere un cambio, vídeo de Luis Gárciga, genera cierta suspicacia política cuando se lee el título (4) y no se ha visto la pieza pero el autor está hablando de cómo el héroe, la epicidad, se constata en el día a día. En este caso, como en otros creadores, el artista sólo registra, prácticamente no interviene, pues sus protagonistas se “están representando a sí mismos” cuando explican qué van a realizar dentro de sus casas. Aquí la persona que posee un proyecto es la medida de todas las cosas, no un ideal que ya se les ha vuelto inalcanzable, abstracto. O si preferimos el argot cartesiano, diríamos que la persona se traza una meta al tiempo que es capaz de pensarla y se conoce apta para cumplirla, sin pretensiones metahistóricas ni relatos increíbles. Y los medios pueden provenir del mundo de la construcción de última generación, como el pladour por ejemplo, o muy precarios, como los que tiene a mano la mayoría. En este sentido una pieza interesantísima es la que sirvió de tesis de graduación a Yornel Martínez: Cielo concreto.
Una plancha de cemento y cartón con el rótulo de “cielo concreto” pende de unas ramas del Instituto Superior de Arte, a la altura de 1.80 cm aproximadamente. Lo que al principio parecía un juego de analogías entre lenguaje y solución formal, además de un homenaje a Wiggenstein, se convirtió en una obra de un contenido bastante crispado. Cielo concreto repara en la precariedad de nuestros anhelos, en su baja escala o nulidad, en el desmoronamiento de la gran utopía para convertirse en algo muy personal: en el antiproyecto, hablando en términos modernos.
He mencionado a par de artistas que pertenecen a dos tendencias diferentes y muy claras en el arte realizado por jóvenes ahora mismo en Cuba: una de clara raíz sociológica y otra bastante introspectiva, pro-orientalista.
Estamos hablando de jóvenes sumamente instruidos si los comparamos con los integrantes de los grupos existentes anteriormente. Y sus saberes no provienen necesaria ni exclusivamente del mundo de las artes, sino de aquel que tiene que ver con la historia, la literatura, la filosofía oriental, etcétera, etcétera. Por un lado, el acercamiento y convivencia con estudiosos, especialistas y creadores de artes plásticas y otras manifestaciones; y por otro, la existencia del Taller de Arte de Conducta, fundado en el 2003 y dirigido por Tania Bruguera, han generado esta fertilidad en términos artísticos. (5) Beatriz Gago –hablando de crisis docente- me corrige un tanto con una idea brillante: “no creo que la gente de arte de conducta sean víctimas de ninguna orfandad pedagógica, pero ¡para nada!, jamás hubo en Cuba una enseñanza más fogueada y amplia que la de esos muchachos. De lo que sí han sido testigos es de la sustitución de la enseñanza institucional por una enseñanza alternativa diseñada por Tania, como “escuela” a lo Grande Chaumiere o Estudio Libre (sobre esto me hubiera encantado escribir alguna vez, ellos son exactamente el equivalente de aquellas escuelas libres en medio de “otras” inercias) ¿O no?”. (6)
Que levante la mano el que no iba al V Salón de Arte Contemporáneo a ofrecer su tiro de gracia al arte cubano antes de cumplir su centenario. A pesar de que habíamos sido testigos de algunas muestras recuperadoras del llamado bad painting good art, de que sabemos existe una suerte de new wave seria en sus investigaciones y con actitudes a lo Ciorán: sacarle partido a sus posturas críticas (no hay ingenuidad aquí); y de que los ya conocidos “no se dejan caer”, por otra parte habíamos presenciado el vaivén de directivos en nuestras instituciones y el largo camino de restauración que han sufrido. Esto, más las censuras que mencioné arriba creaba un ambiente de espejismo propicio tanto para la euforia como para el prejuicio.
Y en ese contexto se abrió el Salón con una multitud deseante, llena de temores y dudas. Sentí una comunidad de buena energía, de buen ánimo ese día. Pudiera decirse que ello es suficiente, como el frenesí universal que siguió al triunfo de Obama pero no. Había buenas piezas allí y de conjunto fue evidente el cuidado de la museografía: limpia. Volviendo sobre los pasos, es innegable que la primera edición del evento no ha sido superada y si siempre debemos ir hasta aquel para evaluar el presente –se dice que así es la historia- creo que jamás llenaremos nuestras expectativas. En este caso siempre escuchamos que sería austero en su nómina y en el espacio exhibitivo (circunscrito únicamente al Centro de desarrollo de las Artes Visuales), y que las dudas en cuanto al concepto “salón” eran tales que se discutiría en un foro teórico su pertinencia dentro del sistema promocional.
Ja, ja, ja, ja…., nos fueron preparando para la humildad. ¡Y nos ganaron! Es obvio que estamos dentro de un salón de lisura caucásica, blanco, pero al mismo tiempo algunas obras se encargaron de hacer el resto. Una en especial. Se trata de Grietas, de Ernesto Leal, bella pieza de aliento neoconcreto puesta al servicio de los desvelos de su autor: la escritura y sus descentramientos (recordemos las Libretas del Instituto de Dobleagentes y El fragmento eliminado). En Grietas, Ernesto dibuja en la pared líneas aparentemente caprichosas que “aterrizan” en un asiento bibliográfico impreso en vinilo: título, editorial, año… Y en efecto, esa grafía pertenece a los datos inscritos en la pared pues los trazos fueron realizados entre los espacios vacíos del texto “original”, o del libro. Traer los textos ocultos, descentrar la autoridad de la escritura es a su vez, poner a temblar los mecanismos discursivos fascistoides y por supuesto alterar al poder. Él no disiente desde el panfleto sino desde la forma, desde esa suerte de apostillas visuales. Parafraseando a Zizek podemos decir que desde una grama nueva que cambie la forma en que pensamos y actuamos. (7)
El correlato audiovisual de esta pieza de Leal puede ser Trata o Tratado (8), de Luis Gómez. La banda sonora no deja escuchar lo dicho por artistas entrevistados en un plató de fondo blanco. Solo los vemos gesticular y podemos leer una pequeña ficha de cada persona. La narración es ahogada por la banda sonora. Lo expuesto por cada uno es letra muerta, no interesa, nadie escucha o nadie tiene algo que decir. Procedimiento posestructural y francés o burla a sus invitados. Solo que la puesta en escena lo hace caer muchos años atrás, en los vídeos realizados por noveles en la década del setenta.
Amparada también en la escritura fue concebida Finca de cultura, de Hamlet Lavastida. En ella el autor reproduce textos publicados en 1968 a propósito de la convocatoria propagandística de lo que se conoció como “Cordón de La Habana”. Hamlet se vale del recurso del calado, muy propio de su aún poco conocida pero súper seria obra. Con él, junto a la visualidad monótona propia del minimal se da una comunión acto-virtual del discurso. Es decir, la presencia de la letra consiste en su vaciamiento y viceversa. Por otra parte, su puesta en escena hace de la lectura un arduo ejercicio que muchos abandonan, confiriéndole a la fuente un carácter inoperante e ineficaz.
En la misma cuerda de la anulación de los discursos encontramos Salto, obra de Abel Barreto. Varias bocinas, de las usadas para expandir el sonido amplificado del ritual discursivo en actos masivos, movilizaciones, avisos, alarmas, etcétera, etcétera, han sido objeto del cambio de su habitual valor de uso. Abel anuló la naturaleza de las bocinas al subvertir su función y convertirlas en relucientes peldaños de un salto de agua, cuyo arrullo es el que se escucha en esa impecable instalación. (9) Ese traspaso de la histórica función simbólica del altoparlante, de lo solemne a lo ornamental es, sin dudas, un gesto de inusual y refinada perversidad.
¿Se imaginan tal Salto frente al ambiente creado por Adrián Fernández en su instalación Estilo de vida, otra pieza que también no alude sino que “retrata” al vacío? El autor emplazó una casa blanca, sin más atuendo que una butaca sola y blanca. Una malla peerless servía de protección al espacio interior. Todo expresamente inmaculado, entre el blanco y el gris acero. La incomunicación y el encerramiento, poses que se están instaurando como norma en nuestra realidad en una suerte de solipsismo de nuevo tipo, fueron resueltas de manera estricta en esta pieza. El color acentúa la insignificancia y banalidad de esas vidas creídas de estilos. (10)
A estos ardides defensivos se suma Encantamiento, de Marianela Orozco. La acción de perfumar la Ciudad de La Habana con una avioneta de fumigación –realícese o no- consiste en un gesto muy surrealista y cercano a las intenciones de la Escuela Cínica en cuanto a la naturaleza extravagante del gesto. La autora propone una terapia de saneamiento social y urbano sustituyendo el líquido maloliente que generalmente se utiliza para fumigar y registra el hecho en fotografías excelentes.
Managers, de Levi Horta y Destinos posibles, de Luis Gárciga hablan de proyectos…o de la ausencia de estos. La parafernalia de una rueda de prensa en el primero, unido al despliegue de logos de marcas reconocidas –Adidas y Nike- cuyo significado ideológico se encuentra supuestamente alejado de las aspiraciones de los deportistas cubanos, cuestionan la legitimidad idearia de nuestros representantes nacionales o, por lo menos, los hace convivir en una espacio en que ya lo único que cabe decir es nevermind. Destinos…, donde se ofrece servicio gratis de taxi a cambio de responder sobre las expectativas de vida, se convierte en coartada para hablar de las frustraciones y precariedad de las aspiraciones de un segmento poblacional, reducida a algo tan cotidiano como la sobrevivencia. Este work in progress, pues Gárciga realiza la misma acción mientras el vídeo se exhibe, de paso constituye un paneo crítico por la realidad y el contexto cubano al igual que Ultimatum, excelente compilación de entrevistas del colectivo Makínah cuyo eje central parece ser la representación de la juventud en el imaginario de las personas pertenecientes a la tercera edad.
Grethel Rasúa continúa los pasos de Manzoni y Win Delvoye al trabajar con excrementos pero tiende una pequeña trampa: incrusta pepitas de oros en los ojos de los animales del horóscopo chino. De ahí que El valor de la mirada seduzca y repulse al unísono. Se trata de una suerte de happening pues el espectador debe encargar su figura entregando sus propios excrementos. Luego, no es “mierda de artista” ni mierda encontrada, y le confiere a la pieza un toque autobiográfico.
En todos los curiosos y acostumbrados ready made de Ezequiel Suárez encontré una suerte de pastiche de Auge o decadencia del arte cubano, de Flavio Garciandía y encima Ezequiel escribe que “El arte cubano son muchas mafias”. Me pareció genial y suficiente esta pequeña pieza de inventario que el artista ubica de manera aparentemente aleatoria junto al resto. De todas maneras, él continúa situándose como el alter, o el antiartista o al menos el que no cree en la representación en tanto ficción del ego.
Una pieza que llevada a escala será un clásico es Sueño de verano, de Glenda León. En su maqueta construyó una piscina que va del malecón habanero a las costas de Miami. Han quedado atrás lo botes, remos, etcétera, etcétera y también la solemnidad con que ha sido tratado el tema del éxodo y la reunificación de las familias cubanas. La pieza de Glenda se corresponde con un tipo de sensibilidad generacional que va anulando la gravedad política del asunto y lo lleva hasta un perverso divertimento donde prevalecen los nuevos estilos de vida.
Glenda se vio limitada por el costo de la producción, no obstante, aún así su pieza funciona al estar presentada como proyecto. Todo lo contrario a Adonis Flores, quien pensó más como arquitecto que como artista aunque la idea sea óptima. Bien como exquisitas maquetas pero no como obra si vamos a ser estrictos. Ellas necesitan un despliegue más allá de las cotas y números. Un tablero de ajedrez, en una obra de arte, no necesariamente debe tener las dimensiones del “original”. La obra respeta pero tiene, por fuerza, que pasarle por encima a tales nociones si no corre el riesgo de convertirse en ingenioso chiste y nada más. Algo: ha cambiado la visualidad de sus piezas pero la idea del encubrimiento –puntual en toda su obra- está presente.
Mejores obras poseen también Niels Reyes, Alejandro Campíns y Diana Fonseca. Y ni hablar de Hander Lara, cuyo caso no logro entender conociendo su obra y poética. La selección de sus piezas estuvo dirigida por una mirada hacia el deterioro que lo hace exponente de un tema manidísimo desde hace años, pudiendo haber expuesto sus naranjas, felpas y baños… Ese mismo tipo de desgaste –aquí ideológico- acaso estuvo mejor resuelto en Rincón martiano (15 repeticiones), de Eduardo Rubén. Fotos documentales de bustos de José Martí desgastados, escamoteados y sucios emplazados como retablo –homenaje evidente a Raúl Martínez- constituyen una alerta: tal vez el Apóstol muera cincuenta años después de cumplir su Centenario y con él todo el valor simbólico que su figura encierra y soporta. En esta pieza me sobra el lienzo, o al menos –hablando de sintaxis- el gris que tal vez debió ser blanco. Plano, todo bien plano pues los tonos y la gráfica me crean un ruido en el sistema.
Pero lo que sí no tiene lugar a dudas es que el palmarés de este Salón se lo lleva Tanda corrida, curada por Mailyn Machado y Meikén Barreto. En ella se puede visionar más de doscientos vídeos, spots, clips pertenecientes a buena parte del audiovisual cubano. Esta compilación, que también incluye conversatorios, permite tener una idea bastante cercana de lo que se está produciendo sobre todo en el mundillo de las artes visuales, un fenómeno que genera no pocas polémicas. Ahí, tranquilos, podemos disfrutar de obras que no se han expuesto en Cuba o fueron censuradas en su momento como son los casos de Vista al frente y Walls & Streets. (11)
Panorámico e inclusivista ha sido este Salón, que también incluyó una muestra de diseño industrial. Evento que no marca pautas porque no las hay. Las frecuencias de transmisión son difusas. Donde es evidente que cada cual está arando el terreno a su manera para encontrar un buen injerto (fórmula) sin interesar mucho la sintonía con el resto de la cultura. Y mucho menos los anima un impulso redentor. Ni a ellos ni a casi nadie. Estos síntomas son los mismos que está proyectando la sociedad cubana en su conjunto: una amalgama de códigos de nuevos pobres y ricos, reguetoneros y trovadores; repas, emos, punks, mickitos, cheos, derretidoras de dinero…. Fulanitos y menganitos. Nostálgicos y pragmáticos. Brigadistas y anarquistas. Autárquicos y especuladores.
Mientras, la “venganza del paisaje” puede consistir –además- en batear un texitas –para estar a tono con el deporte nacional- y querer probar cuál es el sabor de una fruta llamada melón. (12)
Notas:
* El presente texto se comenzó a escribir el año pasado si mal no recuerdo. Y hoy, día 28 de noviembre, Cristina Vives y Frency han expresado ideas y hasta términos idénticos a los de aquí. Caballero, ya esto estaba escrito salvo el análisis de obras. No quiero lío.
(1) El Centenario se cumpliría en el 2027 si tomamos como punto de partida la expo de Arte Nuevo en el año 1927.
(2) Recordar a Erena Hernández y a Rufo Caballero, por ejemplo. También la reseña escrita por quien suscribe en ECB, “Cantar de un tropo a cinco manos”, sobre la mesa redonda convocada a propósito de la expo Relaciones peligrosas. Allí Gerardo Mosquera habló de cinismo, del mundo del arte como barrio de putas, etcétera, etcétera. De no ser por su corta vida, Loquevenga hubiera echado ardientes leñas al fuego.
(3) Una de las primeras en hablar sobre este punto fue Sandra Sosa en el catálogo de la muestra colectiva Latido. Luego lo ha hecho Rafael Acosta con una mirada menos desapasionada.
(4) En un texto titulado “Noveles (dis)continuidades”, Claudia Felipe afirma que dicho título –el de Gárciga-, es el más desafortunado de la muestra. “Desdichado, ya no por fijar miras en el chiste picante y “contestatario”, tan socorrido para convocar a las palmas, sino por orientar arbitrariamente el examen de su obra hacia la “peor tradición” de estridencia política del arte cubano”. En La Gaceta de Cuba, no. 5/2007. A mí, en cambio, me parece que uno de sus atractivos consiste precisamente en establecer esa identidad entre título y lo que ha querido mostrar. Una cosa es el título de Gárciga y otra todo el prejuicio y vicio político que muestra cada cubano dentro y fuera de la isla. Gárciga emplaza una trampa a esa obstinante manía que tenemos de estar pensando en términos contestatarios, de estar siempre a la defensiva. Ese vídeo no podía llamarse de otra forma y le quedó bien. Cualquier suspicacia queda puesta por el espectador.
(5) Debo aclarar que todos no son alumnos del Instituto Superior de Arte y los que sí, no necesariamente pertenecen a la nómina del Taller de Arte de Conducta. Ya existen dos monográficos sobre el Taller, uno escrito por Magaly Espinosa y otro por Nelson Herrera Ysla.
(6) Resultado de nuestras tertulias electrónicas.
(7) Slavoj Zizek. “¿Porqué los cínicos se equivocan?”. En www.salonkritik.net. Sobre el tema de la escritura en la obra de Ernesto Leal he escrito un ensayo titulado “Cuando no interesan las flores sino la botánica”. En El observatorio de Línea. Repasos al arte cubano. Ediciones Unión, 2008.
(8) Título de una construcción teórica ultramoderna y en desuso. Tengamos esto en cuenta.
(9) Ya él venía trabajando con esa temática y “objetos”. En Pinar expuso hace un par de años creo, su bomba de bocinas, y en la colectiva Kunts, su “Metro cúbico de silencio”.
(10) Esta pieza da continuidad a lo que el autor realiza en fotografía, titulada del mismo modo.
(11) Está claro que nunca es lo mismo. Que pierden parte del significado inicial pero sería una lástima histórica que el público quedara sin ver tales proyectos.
(12) En el argot melón significa dinero.